sábado, agosto 08, 2009

Aikido, mi camino. Capítulo 1: Creciendo III


Parte 3: Empiezo Judo

Mi primer encuentro con las artes marciales fue cuando era alumno de primaria, tres o cuatro años después de la guerra.

Había un puesto policial frente a nuestra casa y el policía que estaba empleado allí paseaba por nuestra casa cuando tenía tiempo libre. Al hablar con él me enteré que era un excelente judoka en Kyushu, donde había nacido. Él alardeaba de sus numerosos trofeos. ¿Judo? Obviamente lo conocía de películas, yo hacía mucho había renunciado al judo. “¿Quieres probar judo?” me preguntó mi hermano mayor. Así de transparente era. De mis hermanos el que me sigue en edad era de voluntad fuerte e incluso la escuela dijo que no necesitaba seguir asistiendo, era muy inteligente. No tenía nada de que preocuparse. Yo era exactamente lo opuesto. A mis adentros yo era gentil y me preocupaba mucho. Cuando estaba en el campo con los demás evacuados era fácil de intimidar. Con todas esas cosas en la cabeza mi hermano me animó para que empiece judo y lo hice. Practiqué en la estación de policía con otros chicos. Se dijo que las artes marciales fueron suprimidas en la era posguerra, pero en realidad, la policía estaba enseñando judo a mucha gente. Me pregunté si realmente podría seguir adelante con eso. Como entre después del período de que el entrenamiento había empezado, el resto de los niños estaban más avanzados que yo. Y los profesores tenían que tomarse el trabajo de enseñarme caídas y otros movimientos de principiantes. Era un dolor en el cuello para ellos y recuerdo que me lo decían.

“No sos un genio. Fuera” y lloré mientras seguía al policía. Después mi papá me dijo, “La policía no es el único lugar donde podes estudiar judo. Hay otro lugar aquí cerca, ¿qué te parece?” El mismo día entre felizmente en el salón de practica de la estación Suidobashi y empecé a practicar judo apasionadamente todos los días. En una semana ya me había incorporado. Es bien sabido que es preferible ser grande para practicar judo. Mis amigos estaban complacidos porque subí un poco de peso pero después empezaron a decir “Te ves raro, ¿seguro que no estas enfermo?” No mucho antes de eso me dijeron que crecí débil. No fue solo porque tuve que subir de peso. Era rellenito. Cuando fui al doctor me dijo que tenía mal un riñón y que era recomendable hospitalizarme. Mi padre, sin embargo, se negó porque la hospitalización costaba más dinero del que teníamos. El doctor dijo que podría morir. Recuerdo que lloriqueaba “No quiero morir”. Entonces el doctor me dijo “¿Me vas a escuchar?” Yo dije que escucharía lo que sea. Dijo que solo comiera sandía, nada de sal, y vegetales hervidos. Hoy pienso que fue un consejo muy práctico y siguiéndolo recupere gradualmente mi salud, aunque no pude ir al viaje escolar con mis compañeros.

Me inscribieron en una escuela, pero cuando la tienda estaba muy llena ayudaba. Así que no siempre iba a la escuela. Cuando mi padre tenía la tienda de variedades empezó a vender geta (sandalias de madera). Justo detrás de la tienda había una zona roja (Geishas) y cuando estábamos cerca del festival Bon teníamos mucha demanda por las sandalias.

Recibíamos las sandalias que nos mandaba la familia de mi madre en Tochighi. Nosotros las pulíamos y laqueábamos y les poníamos las cintas. Mi trabajo era pulirlas y laquearlas y después encerarlas. Mi padre se encargaba de colocar las cintas. No se cuantas veces habré faltado a la escuela porque estaba puliendo y encerando geta casi sin descanso desde la mañana hasta la noche.

Con todo esto, no fui a la escuela, pero sí pude practicar judo. Era la única diversión en mi monótona vida.

Traducido por Nahuel Lombardi

1 comentario:

samurai dijo...

lUSTRA Y PULE: KOBAYASHI SAN!, NO SE SALVA NINGUN PRACTICANTE DE ARTES MARCIALES . TODOS PASAN POR EL LABURITO FEO DE CHICOS, ES UN MUY BUEN EJEMPLO DE CONSTANCIA Y DEDICACION PARA MEJORAR EN LA VIDA.