lunes, agosto 31, 2009

CLASE ABIERTA 2008 ARMAS y JIYU WAZA




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A mi me parecio buenisima. Aunque un toque soberbia.

domingo, agosto 30, 2009

Aikido, mi camino. Capítulo 1: Creciendo VI


Parte 6: Entro a la universidad y empiezo Aikido

De treinta y dos de mis compañeros de secundaria treinta se presentaron a exámenes de admisión para la universidad, sólo yo iba a trabajar. Ya habían decidido antes de la guerra que seguiría con el negocio de arroz de mi padre después de la escuela. Pero al ver lo que pasaba a mí alrededor empecé a preguntarme si estaba listo para dedicarme al trabajo y perdí interés. Yo sería el único que se separaría de sus amigos, pero al final, en mi último año, le pedí permiso a mi padre para que me dejara presentarme al examen aunque el estudio no era mi fuerte. El me dijo: “Esta bien. Tal vez te conviertas en un ronin (alguien que desaprobó el examen de admisión de la universidad y se presenta nuevamente al año siguiente). Presentate, pero ¿qué especialidad vas a elegir?” Estaba perdido porque no sabía mucho de eso. “¿Qué debería elegir? Padre, por favor pensá en algo…” Se llevó la mano a los ojos y después de un largo silencio, elevó su brazo y apunto al techo. “Esta es la era electrónica. Probá con electrónica”. Fue un momento de inspiración de mi padre.

De ahí en adelante me puse a estudiar con entusiasmo para los exámenes. A diferencia de mi hermano que estudio ciencia aplicada, a mi no me apasionaba ese campo. Las universidades entre las que estaba eligiendo eran Meiji y Nihon, me presente a las dos. Cuando fui a ver los resultados no vi ni mi nombre ni mi número de examen. “Será la tienda de arroz supongo”, eso pensaba mientras volvía deprimido a Kudanshita.

Una semana después de que me había resignado a seguir con el negocio de arroz llegaron cartas de las dos universidades que decían que fui incluido en la lista sustituta. ¿Por qué aprobé? No fue porque no me tenía confianza, sólo el 20% de los estudiantes de secundaria entraban a la universidad. El nivel de mi escuela y de otras escuelas en Tokyo era bastante alto comparado con el promedio nacional, así que seguramente me aceptaron por eso. Entré a la universidad Meiji que era más barata. Mi secundaria estaba en Akihabara y me tomaba treinta minutos llegar ahí a pie, pero Meiji estaba más cerca, sólo me tomaba quince minutos. Recuerdo que había muchos exámenes en los cursos de ciencias, y eran difíciles. (De todas maneras la era electrónica había llegado, justo como lo predijo mi padre – me saco el sombrero ante él). Pero lo más importante, cuando me convertí en un estudiante universitario también empecé mi práctica de Aikido.

Traducido por Nahuel Lombardi

lunes, agosto 24, 2009

Aikido, mi camino. Capítulo 1: Creciendo V

Parte 5: Empiezo Aikido

Después de la muerte de mi madre mis hermanos y yo nos tuvimos que cuidar mutuamente, ya que nuestro padre tuvo que trabajar muy duro para mandar a sus cinco hijos a la escuela. Decidí donde iría a la secundaria. Me presenté para el examen de admisión y aprobé. En 1952 entré en el curso ordinario de la secundaria Hitotsubashi. Mi madre había muerto y a mí siempre me comparaban con mis hermanos mayores. Nunca hacía nada que me destaque. Quería cambiar todo eso cuando entrara en la secundaria, ser alguien popular.

En la primaria me decía “Bulldog”. Si alguien me pedía que haga algo eso era todo lo que hacía. No me detenía por nada hasta que terminara. Mis amigos me decían “Mr. Bull” Una vez empecé a hacer algo y no lo dejé sin importar si era bueno o malo. Era una de mis debilidades. Así que decidí cambiar ese aspecto de mi personalidad.

En la secundaria Hitotsubashi los estudiantes de ambos cursos (ordinario y mecánica) se la pasaban discutiendo. Los estudiantes de cursos avanzados miraban a un estudiante de primero y lo llamaban para burlarse de él. Cuando me toco a mí sólo con un poco de judo derribé a unos cuantos. Después me lanzaron bastante fuerte por todo el salón, pero me recuperé. Después esperé al que me llamó en la puerta de la escuela y lo lancé también bastante fuerte. Él siguió viniendo por más. A la quinta vez estaba sorprendido por ser la primera vez que se revelaba un “esclavo”. Después, cada vez que me veía salía corriendo. Nunca me volvieron a molestar. Mr. Bull mostró sus colmillos. (NOTA: en el original en ingles dice “grit” = carácter firme)

Seguí practicando judo todo el año en el Kudokan y me gradué. En ese entonces no había una asociación nacional de judo bien desarrollada, así que los practicantes de las áreas locales tenían que venir a Tokyo a graduar en el Kudokan. Nosotros (los que practicábamos en el Kudokan) éramos sus uke (el que es lanzado para que el otro haga la técnica). Como era durante el examen, éramos uke de dos o tres compañeros seguidos. No éramos fácil de derribar, después de todo teníamos nuestro orgullo de nidan (segundo dan), así que los examinados tenían que esforzarse para derribarnos. Mis especialidades eran el ashibarai (barrer el pie) y koshinage (hacer pasar al oponente por encima de la cadera hasta el suelo). Mi contextura robusta salió de esa etapa de entrenamiento de judo. Había poca práctica con las rodillas, la mayoría del entrenamiento era tachiwaza (de pie). Los extranjeros también estaban practicando entonces.

Una o dos veces al año había competencias. Cuando estaba en tercero de la secundaria un compañero mío, aunque de otra clase, se hizo judoka olímpico. También participó en Meiji y yo practicaba con él. Kyuzo Mifune Sensei y otros fueron nuestros entrenadores. Eran figuras muy reconocidas en la historia del judo.

Por esa época me hice amigo del Dr. Danzaki. Su padre era Tomoaki Danzaki, la cabeza de la Federación de Iaido y antes había sido luchador de sumo. Había una historia famosa que decía que O’ Sensei, Morihei Ueshiba, había derribado al Ozeki (2do rango más alto en sumo) Tenryu. De ahí me enteré del Aikido Hombu Dojo. Un día, cuando era estudiante de tercero de secundaria, mi amigo me dijo: “Aikido es un arte marcial muy interesante, ¿querés ir a probar?” Yo no conocía el Aikido. ¿Qué clase de arte marcial era? Recuerdo que me interesó con solo escuchar el nombre. En ese momento había una gran popularización de la lucha deportiva y también había surgido Bruce Lee. En definitiva, los chicos estaban aprendiendo más que nada artes marciales duras.

Fui a visitar el Hombu Dojo en Shinjuku en el frío 1954. La gente que había perdido sus hogares en el bombardeo todavía estaba viviendo en el dojo, así que había un ambiente de uchideshi (alumnos que viven en el Dojo). Había olor a caballa orneada por todos lados.

Lo que nos atrajo definitivamente fue el joven y capacitado instructor, una escena de práctica de técnicas como nunca habíamos visto. Después me enteré que el instructor era Hiroshi Tada Sensei.

Cuando fuimos a ver me sentí perdido porque los movimientos comparables con judo eran muy diferentes. Fue interesante ver como lanzaban a alguien con una mano. Pude sentir las muchas variantes posibles cuando yo, que sólo conocía karate y judo, vi que podíamos tirar a alguien atacándolo de lejos y entrando y tomando su brazo haciendo movimientos circulares para lanzar. Comparados con los de hoy, los practicantes de aikido tendían a ser extraordinarios. No creo que mucha gente haya sabido del Aikido en esos días.

Naturalmente comparé judo con aikido. Pensaba cosas como “Ellos tiran personas una tras otra, en judo no podemos hacer eso… si alguien te toma el brazo haríamos algo diferente. ¿Cómo pueden derribar gente tan fácil?” Miré un rato sin decir nada y me fui a casa confundido. Tada Sensei me dijo: “¿Viste Aikido? Si te interesa vení (a practicar).”

Ni Danzaki ni yo dijimos nada, solo asentimos con la cabeza. Mi fascinación con esta nueva arte marcial creció y creció.

Traducido por Nahuel Lombardi

martes, agosto 18, 2009

Practicar Aikido es comprender la vida


Realizando movimientos desde el centro hacia arriba y al costado, he podido ver un poco de lo que pasa en mi vida fuera del Dojo. Una vez escuche a un compañero practicante decir sobre como trataba de llevar el Aikido al resto de sus actividades diarias, y sinceramente no pensé en ese momento que eso seria para mí. Y ahora, mas allá de algún movimiento que mi cuerpo haya asimilado, en ese movimiento de mi brazo puedo ver una línea de vida, sobre la cual se posan dificultades, y he aprendido que a las dificultades se las puede desviar, enfrentar e incluso llegar a comprender por qué se generan.

Lautaro Delgadillo (Eru)

domingo, agosto 16, 2009

Aikido, mi camino. Capítulo 1: Creciendo IV


Parte 4: La muerte de mi madre

Un doloroso evento en mis días de secundaria fue la muerte de mi madre. Se enfermó de la disentería que todos temían y fue hospitalizada. Con la escasez y devastación de la posguerra prevalecía la falta de higiene y las enfermedades infecciosas eran una amenaza constante. Un día recibimos una carta de la policía que decía que nuestra madre había muerto. Como nuestra casa no tenía teléfono un oficial fue personalmente a entregarnos el mensaje. No recuerdo haber estado en el funeral de mi madre. En ese tiempo había tal miedo al contagio que a los niños no se les permitía salir de sus casas, eso fue muy triste. A esto le siguieron muchos días difíciles sin mi madre.

Mi secundaria tenía buena reputación. En ese momento yo estudiaba con más ganas, y los resultados de los exámenes se publicaban en el pasillo. Mi brillante hermano mayor nunca bajaba de tercero. Los profesores notaron que mis hermanos tenían buenas notas y que yo no, pero no era su culpa. Yo no tenía el interés o la pasión para el estudio, y cuando estaba ocupado haciendo geta no podía ir a la escuela. Los profesores decían “¿No sos tan bueno como tu hermano, no?”

En ese tiempo, las expectativas de mi padre estaban naturalmente en mi hermano. Él eventualmente consiguió una beca de la escuela y de una compañía y continuó con su educación para conseguir dos PhDs (doctorado), uno en ingeniería y otro en agricultura. Era recién al inicio del sistema cuando uno podía tener dos PhDs, y mi hermano fue uno de los dos o tres que lo pudieron conseguir.

Todos mis hermanos y hermanas éramos muy diferentes pero nos llevábamos muy bien. Incluso hoy nos ayudamos mutuamente. Éramos esa clase de familia, pero yo estaba especialmente sorprendido por la astucia del negocio de mi padre. En ese entonces había muchas cosas enterradas bajo los escombros que dejaron las bombas durante la guerra. En la era preguerra se usaba cobre para hacer los techos y canaletas de muchas casas. Mi padre recolecto todo ese cobre de los escombros y nadie siquiera prestó atención a lo que hacía, y los almacenó en nuestro jardín. Poco tiempo después, cuando estalló la guerra con Corea, hubo un boom en la industria del metal. El precio del cobre subió y mi padre hizo una limpia ganancia. Estaba sorprendido por la genialidad de mi padre por haber visto el futuro y, gracias a el, nuestra familia prosperó y pudimos reconstruir nuestro negocio.

Traducido por Nahuel Lombardi

lunes, agosto 10, 2009

Elegir la muerte es vivir (irimi)

Hace unos años me tope con la frase “elegir la muerte es vivir”, obviamente carecía de todo sentido para mi en ese entonces, pero luego fui encontrando alusiones en otras lecturas, en clase y en algunas frases que rozaban la misma idea, bastante curiosa para mi, por cierto.
Hace tiempo que tengo ganas de escribir sobre esto pero bueno, siempre mantengo las cosas en mi memoria de trabajo por largo tiempo, les doy vueltas y vueltas incluso a veces las mareo un poco.
Un dia leyendo el libro de Saotome Sensei “Aikido o la armonia de la naturaleza” volvi a encontrarme con la curiosa idea, transcribo:
“…O Sensei solía decir: ‘Ninguna fuerza exterior puede perturbarme, yo permanezco en calma ante todo ataque, cualquiera sea su rapidez o estilo. ¿Por qué? Porque estoy vacío, no estoy apegado ni a la vida ni a la muerte’ Renunciar al apego por la vida no supone morir antes de luchar por la verdad. Renunciar al apego a la muerte no implica emprender la huida. Ambas reacciones reflejan miedo y debilidad…” “…Marubashi significa el puente de la vida, además de una técnica de la escuela de sable Yagyu. Cuando el enemigo ataca con sable, uno entra directamente en la trayectoria de su ataque sin desviarse ni a derecha ni a izquierda, como si uno viese a través de su sable y su mente. En esa forma de entrada directa uno se expone a la muerte. La filosofía que subyace en el origen de esta técnica considera a la vida como un puente largo y estrecho que atraviesa aguas turbulentas. Cuando uno se enfrenta al enemigo en medio del puente, la huida se vuelve imposible. Batirse en retirada o dudar significa ser perseguido y cortado en dos por un sable. Escapar por la derecha o izquierda es el camino a las aguas agitadas. Al elegir la vida uno encuentra una muerte segura. El único camino es el del enemigo. Es necesario penetrar en el corazón de su ataque pensando en un cambio en el tiempo y el espacio y no en una separación. Este es el espíritu de irimi (entrar). Si la mente se precipita en el futuro el presente se neutraliza, el pasado se convierte en futuro y el futuro desplaza al presente. Solo la renuncia al tiempo y espacio permite alcanzar la verdadera libertad de escoger la muerte. Elegir la muerte es vivir. La practica debe dar esta noción instintiva…”
Sin duda aquí se habla del desapego ¿desapego a que? El desapego a todo, especialmente a la vida. Este es un concepto bastante radical para los occidentales, pero es la esencia del Zen y desde ya es la esencia del Budo, es el camino del sable, es el camino que transita Aikido.
Hace algunos meses Picciola Sensei explicaba irimi, y ante errores de los practicantes detuvo la clase y volvió a explicar diciendo: “entren! Irimi es casi kamikaze!” una vez mas aparecía la idea, y finalmente la semana pasada practicando una especie de ikkio-ikkio como contra técnica nos dijo: “no quieran ganarle al compañero, para ganarle hay que estar mas dispuesto a perder que a ganar”, esa fue la chispa que hizo que cierre la idea y ésta deje de dar vueltas en mi cabeza para ser plasmada en palabras.
Pero también comprendí que esta es una de esas cosas que no se pueden enseñar ni aprender, solo nos pueden mostrar la puerta y esta en nosotros querer verla y desde ya intentar cruzarla, porque “olvidar el yo es entender todas las cosas”, de esto va la vida.
Como siempre, es solo mi humilde opinión.

sábado, agosto 08, 2009

Aikido, mi camino. Capítulo 1: Creciendo III


Parte 3: Empiezo Judo

Mi primer encuentro con las artes marciales fue cuando era alumno de primaria, tres o cuatro años después de la guerra.

Había un puesto policial frente a nuestra casa y el policía que estaba empleado allí paseaba por nuestra casa cuando tenía tiempo libre. Al hablar con él me enteré que era un excelente judoka en Kyushu, donde había nacido. Él alardeaba de sus numerosos trofeos. ¿Judo? Obviamente lo conocía de películas, yo hacía mucho había renunciado al judo. “¿Quieres probar judo?” me preguntó mi hermano mayor. Así de transparente era. De mis hermanos el que me sigue en edad era de voluntad fuerte e incluso la escuela dijo que no necesitaba seguir asistiendo, era muy inteligente. No tenía nada de que preocuparse. Yo era exactamente lo opuesto. A mis adentros yo era gentil y me preocupaba mucho. Cuando estaba en el campo con los demás evacuados era fácil de intimidar. Con todas esas cosas en la cabeza mi hermano me animó para que empiece judo y lo hice. Practiqué en la estación de policía con otros chicos. Se dijo que las artes marciales fueron suprimidas en la era posguerra, pero en realidad, la policía estaba enseñando judo a mucha gente. Me pregunté si realmente podría seguir adelante con eso. Como entre después del período de que el entrenamiento había empezado, el resto de los niños estaban más avanzados que yo. Y los profesores tenían que tomarse el trabajo de enseñarme caídas y otros movimientos de principiantes. Era un dolor en el cuello para ellos y recuerdo que me lo decían.

“No sos un genio. Fuera” y lloré mientras seguía al policía. Después mi papá me dijo, “La policía no es el único lugar donde podes estudiar judo. Hay otro lugar aquí cerca, ¿qué te parece?” El mismo día entre felizmente en el salón de practica de la estación Suidobashi y empecé a practicar judo apasionadamente todos los días. En una semana ya me había incorporado. Es bien sabido que es preferible ser grande para practicar judo. Mis amigos estaban complacidos porque subí un poco de peso pero después empezaron a decir “Te ves raro, ¿seguro que no estas enfermo?” No mucho antes de eso me dijeron que crecí débil. No fue solo porque tuve que subir de peso. Era rellenito. Cuando fui al doctor me dijo que tenía mal un riñón y que era recomendable hospitalizarme. Mi padre, sin embargo, se negó porque la hospitalización costaba más dinero del que teníamos. El doctor dijo que podría morir. Recuerdo que lloriqueaba “No quiero morir”. Entonces el doctor me dijo “¿Me vas a escuchar?” Yo dije que escucharía lo que sea. Dijo que solo comiera sandía, nada de sal, y vegetales hervidos. Hoy pienso que fue un consejo muy práctico y siguiéndolo recupere gradualmente mi salud, aunque no pude ir al viaje escolar con mis compañeros.

Me inscribieron en una escuela, pero cuando la tienda estaba muy llena ayudaba. Así que no siempre iba a la escuela. Cuando mi padre tenía la tienda de variedades empezó a vender geta (sandalias de madera). Justo detrás de la tienda había una zona roja (Geishas) y cuando estábamos cerca del festival Bon teníamos mucha demanda por las sandalias.

Recibíamos las sandalias que nos mandaba la familia de mi madre en Tochighi. Nosotros las pulíamos y laqueábamos y les poníamos las cintas. Mi trabajo era pulirlas y laquearlas y después encerarlas. Mi padre se encargaba de colocar las cintas. No se cuantas veces habré faltado a la escuela porque estaba puliendo y encerando geta casi sin descanso desde la mañana hasta la noche.

Con todo esto, no fui a la escuela, pero sí pude practicar judo. Era la única diversión en mi monótona vida.

Traducido por Nahuel Lombardi

sábado, agosto 01, 2009

Aikido, mi camino. Capítulo 1: Creciendo II


Parte 2: Fin de la guerra y el mercado negro

La guerra acabó con nuestra prosperidad. El país callo en tiempos de guerra económica con Estados Unidos y ya no era posible vender arroz libremente. Los puestos de arroz perdieron su independencia y su propio control de un día para el otro. Aun hoy recuerdo la guerra, especialmente el bombardeo de Tokio. En 1994, bombas incendiarias caían como lluvia de los bombarderos estadounidenses. La escuela primaria a la que asistí fue reducida a cenizas. Desde el refugio antiaéreo las bombas se veían como hermosos fuegos artificiales que iluminaban el cielo nocturno. A mi madre y a mi nos evacuaron junto con el grupo escolar a Fuji Yoshida en la prefectura de Yamanashi. Allí sufrí de malnutrición. Los niños evacuados al norte, a la región de Tohoku pudieron comer arroz, pero como era difícil cultivarlo en esa área de la prefectura de Yamanashi el 80% de nuestra dieta era soja. Pasábamos hambre todos los días, así que para soportarlo tomábamos jugo de caqui y vivíamos de choclo rancio. Cuando se ingiere choclo rancio se obtiene una violenta diarrea. Pero incluso eso era preferible a pasar hambre y lo soportábamos. Incluso recuerdo que mi padre me daba páginas de guía telefónica en lugar de pañuelos cuanto tenía flema.

Los padres de los niños evacuados iban a visitarlos ocasionalmente. Si alguno de los niños crecía particularmente mal a causa de la malnutrición los padres se lo llevaban con ellos. Como mi hermano se veía débil, mi padre fue por el y se lo llevó a Tokio. Yo parecía naturalmente fuerte y me quedé allí.

Avía una escuela pegada al templo local, pero no por eso tuvimos clases. Pasábamos el tiempo ayudando a las plantas vegetales y jugando. Los B-29 sobrevolaban las sombras del Monte Fuji todas las tardes y dividían la formación. Algunos aviones volando hacia Tokio y otros hacia Osaka. Todas las noches la dirección hacia Tokio se tornaba roja. Y así el 15 de agosto de 1945 llegó. En el calor intenso los niños éramos formados en línea para oír el informe del Emperador en la radio. Era verdad para todos los demás niños pero yo no entendía nada de lo que estaba diciendo. Recuerdo que todos los adultos y los profesores estaban llorando. La guerra y la evacuación habían terminado.

Los padres de los niños evacuados fueron uno tras otro a llevar a sus hijos a casa y yo envidiaba mucho a mis amigos que se iban a casa con sus padres. Solo y esperando me preguntaba “¿Papá y Mamá llegarán pronto?” Pero los únicos padres que aparecían eran los de los otros niños. Mi profesor me sugirió escribirles una carta, pero yo no sabía la dirección de su centro de evacuación. Finalmente sólo quedaban dos niños y yo. Los padres de los otros dos niños murieron a causa de las bombas así que nadie vendría por ellos. Entonces, dos meses después del fin de la guerra, mi madre y hermana fueron a recogerme. Recuerdo como si fuera hoy que mi hermana usaba una camisa roja. Al finalizar la guerra ellas estuvieron muy ocupadas y tuvieron que postergar el venir a buscarme. Como en Tokio había escasez de comida había un límite de migración, así que no podíamos vivir todos juntos como una familia. Nos fuimos a la casa de mi mamá en la ciudad de Sano, prefectura de Tochigi donde la familia de mi madre tenía un almacén. En ese momento yo estaba desnutrido así que no podía moverme demasiado, solo sentarme. Tenía los ojos caídos y casi no tenía energía para elevar mi voz. Mi tez era extremadamente mala y mi madre estaba muy preocupada por mi y me llevó al médico quien diagnosticó malnutrición. El centro de evacuación de la prefectura de Yamanashi no era capaz de alimentarnos bien y por eso yo tenía una salud delicada. Eso no fue debido solo a que no tenía suficiente comida. De todas maneras, yo tenía la comida preparada por mi madre todos los días y gradualmente crecí mejor y comencé a asistir a la escuela primaria de la ciudad de Sano.

El arroz fue racionado después de la guerra así que mi padre no pudo continuar con su tienda. La familia de mi madre tenía una gran variedad de bienes almacenados y mi padre los tomó y abrió una tienda de variedades. Había todo tipo de bienes que la gente usaba diariamente. Mi padre tenía a mi hermano mayor cuidando la tienta y mientras trabajaba estudiaba sus los textos escolares. En esos tiempos los libros escaseaban, no es necesario decir que se convirtió en el número uno de la clase. Así mi padre y mi hermano prosperaron.

Mi familia volvió a Kudan cuando yo estaba en quinto de primaria. En ese período posguerra la vida aun era difícil. Mis padres trataban de criar cinco niños y con la experiencia de manejar una tienda de arroz en los viejos tiempos; comenzamos a movernos en el mercado negro de arroz. Yo iba con mi padre a comprar y vender arroz. ¿Por qué me llevaba a mí, un chico pequeño, a trabajar en el mercado negro de arroz? Lo hacía porque le preocupaba que la policía confiscase el arroz. Si lo atrapaban traficando arroz el hubiera sido confinado y el arroz confiscado, así que mi padre pensó que si iba a comprar arroz con su hijo no sospecharían. Hay muchos momentos inolvidables como cuando él fue a comprar arroz al mercado negro y yo estaba con el, y la policía nos vio. El policía me veía a mí porque yo tenía el arroz. “¿De quién es este niño?” preguntó mirando alrededor. Mi padre estaba parado a mi lado y yo era igual a él. Supuse que el policía podría adivinar que era su hijo, pero mi padre dijo “Yo no conozco a este chico” Imagino que mi padre pensó que el policía no se atrevería a arrestar a un niño, pero para mi no fue un chiste, fue muy chocante. Mi padre, a quién yo amaba más que a nadie, diciendo que no me conocía me lastimo tanto que incluso ahora que he pasado mi Kanreki (cumpleaños Nro 61), aun tengo un pequeño dolor debido a ese recuerdo.

Otras veces yo iba solo al mercado negro. Vivíamos en Keihin Tohoku y ahí había mercados negros en Akabane y Omiya pero no teníamos mucha información sobre ellos. “Confiscaron el arroz en Utsonomiya. El precio del arroz estaba por las nubes. En Kofu cerraron el mercado, ya no podemos ir allí.” Escuchaba adultos susurrar así, hacían desaparecer el dinero, ponían el arroz en una bolsa y lo llevaban de vuelta a nuestra tienda. Así fue como aprendí, por experiencias como esta, no de libros de escuela. Estas experiencias fueron vitales más tarde cuando comencé con mi dojo – ¿Qué es un negocio? ¿Cómo trabajar exitosamente con la gente? – Son todas cosas que aprendí en esos tiempos.

Traducido por Nahuel Lombardi