lunes, septiembre 21, 2009

El lenguaje infinito del aikido

Es sabido: 27 letras tiene el alfabeto que usamos, siete las notas músicales, unos 118 elementos químicos conocidos (naturales y artificiales), diez números tiene el sistema decimal… sin embargo, las combinaciones que de estos se pueden hacer son virtualmente infinitas. El cuerpo humano tiene 206 huesos y no sé cuantos músculos (no encontré el número en internet @_@) y no usamos la mayoría de ellos en la práctica de aikido. Es más, la estructura del cuerpo permite una gama limitada movimientos: uno no puede rotar ninguna articulación 360º sin que esta se rompa; no se puede hacer una y otra vez mal los ukemis porque te quedarías sin cuello y no se puede ignorar el dolor cuando una técnica entra muy bien porque te quedaría un muñon. Y sin embargo y a pesar de estas limitaciones estructurales lo asombroso del aikido es que las combinaciones de movimientos son tantas que uno nunca terminará de aprender todo lo que con el cuerpo se puede hacer. Recuerdo una de las primeras prácticas en las que participé y en la que él introdujo el concepto de Laboratorio: dijo que uno práctica regularmente las técnicas que los instructores imparten y que ahí, en esa clase, íbamos a experimentar algo nuevo. Así fue como a una técnica que usualmente practicamos con el pulgar hacia arriba, el nos pidió que hiciéramos lo mismo pero con el pulgar hacia abajo. El resultado, por lo menos de mi parte, fue muy frustrante dado era imposible hacerla de manera que se pareciera en algo al aikido. Y lo único que hizo (¡lo único que hizo!) fue cambiar la posición de la mano. Cómo si acentuara distinto una palabra cualquiera. El lenguaje del aikido nunca se acaba. Me repito, permítanme, voy a poner otro ejemplo. En luna clase se me explicó de donde nacía el hanmi que usamos y las diferentes versiones del mismo que se usan en otras escuelas; en una reciente práctica que tuve oportunidad de tomar en Bahía Blanca (mis agradecimientos al Aikikai Dojo Bahía Blanca 1 y a su instructor, Néstor Castro, por dejarme practicar con ellos) el Sensei utilizaba –o así me pareció- uno de estos hanmis. El mismo cuerpo humano, pero con un lenguaje de aikido completamente distinto. Las variantes que esto puede incorporar a la práctica son tantas que no puedo imaginarlas, tantas como cambiar la posición de la mano. Y sin embargo el mensaje era en esencia el mismo que imparte Sensei Picciola: práctica honesta, el hara hacia el oponente, pegado a él, la actitud ssiempre vigilante y alerta (zanjin) , el ataque un solo ataque, todo un solo movimiento, un solo impulso. Distinto lenguaje, mismo mensaje. Con sus distintas formas, creo, el aikido si es, es una sola y misma cosa.
Con esto solo quería decir que no importa cuánto vayas al dojo, cuantos vídeos veas y cuantos golpes recibas, nunca –y esto es una apreciación personal- terminarás de empezar a aprender a hablar el lenguaje del aikido. Brindo por ello.
¡Kanpai!