lunes, agosto 24, 2009

Aikido, mi camino. Capítulo 1: Creciendo V

Parte 5: Empiezo Aikido

Después de la muerte de mi madre mis hermanos y yo nos tuvimos que cuidar mutuamente, ya que nuestro padre tuvo que trabajar muy duro para mandar a sus cinco hijos a la escuela. Decidí donde iría a la secundaria. Me presenté para el examen de admisión y aprobé. En 1952 entré en el curso ordinario de la secundaria Hitotsubashi. Mi madre había muerto y a mí siempre me comparaban con mis hermanos mayores. Nunca hacía nada que me destaque. Quería cambiar todo eso cuando entrara en la secundaria, ser alguien popular.

En la primaria me decía “Bulldog”. Si alguien me pedía que haga algo eso era todo lo que hacía. No me detenía por nada hasta que terminara. Mis amigos me decían “Mr. Bull” Una vez empecé a hacer algo y no lo dejé sin importar si era bueno o malo. Era una de mis debilidades. Así que decidí cambiar ese aspecto de mi personalidad.

En la secundaria Hitotsubashi los estudiantes de ambos cursos (ordinario y mecánica) se la pasaban discutiendo. Los estudiantes de cursos avanzados miraban a un estudiante de primero y lo llamaban para burlarse de él. Cuando me toco a mí sólo con un poco de judo derribé a unos cuantos. Después me lanzaron bastante fuerte por todo el salón, pero me recuperé. Después esperé al que me llamó en la puerta de la escuela y lo lancé también bastante fuerte. Él siguió viniendo por más. A la quinta vez estaba sorprendido por ser la primera vez que se revelaba un “esclavo”. Después, cada vez que me veía salía corriendo. Nunca me volvieron a molestar. Mr. Bull mostró sus colmillos. (NOTA: en el original en ingles dice “grit” = carácter firme)

Seguí practicando judo todo el año en el Kudokan y me gradué. En ese entonces no había una asociación nacional de judo bien desarrollada, así que los practicantes de las áreas locales tenían que venir a Tokyo a graduar en el Kudokan. Nosotros (los que practicábamos en el Kudokan) éramos sus uke (el que es lanzado para que el otro haga la técnica). Como era durante el examen, éramos uke de dos o tres compañeros seguidos. No éramos fácil de derribar, después de todo teníamos nuestro orgullo de nidan (segundo dan), así que los examinados tenían que esforzarse para derribarnos. Mis especialidades eran el ashibarai (barrer el pie) y koshinage (hacer pasar al oponente por encima de la cadera hasta el suelo). Mi contextura robusta salió de esa etapa de entrenamiento de judo. Había poca práctica con las rodillas, la mayoría del entrenamiento era tachiwaza (de pie). Los extranjeros también estaban practicando entonces.

Una o dos veces al año había competencias. Cuando estaba en tercero de la secundaria un compañero mío, aunque de otra clase, se hizo judoka olímpico. También participó en Meiji y yo practicaba con él. Kyuzo Mifune Sensei y otros fueron nuestros entrenadores. Eran figuras muy reconocidas en la historia del judo.

Por esa época me hice amigo del Dr. Danzaki. Su padre era Tomoaki Danzaki, la cabeza de la Federación de Iaido y antes había sido luchador de sumo. Había una historia famosa que decía que O’ Sensei, Morihei Ueshiba, había derribado al Ozeki (2do rango más alto en sumo) Tenryu. De ahí me enteré del Aikido Hombu Dojo. Un día, cuando era estudiante de tercero de secundaria, mi amigo me dijo: “Aikido es un arte marcial muy interesante, ¿querés ir a probar?” Yo no conocía el Aikido. ¿Qué clase de arte marcial era? Recuerdo que me interesó con solo escuchar el nombre. En ese momento había una gran popularización de la lucha deportiva y también había surgido Bruce Lee. En definitiva, los chicos estaban aprendiendo más que nada artes marciales duras.

Fui a visitar el Hombu Dojo en Shinjuku en el frío 1954. La gente que había perdido sus hogares en el bombardeo todavía estaba viviendo en el dojo, así que había un ambiente de uchideshi (alumnos que viven en el Dojo). Había olor a caballa orneada por todos lados.

Lo que nos atrajo definitivamente fue el joven y capacitado instructor, una escena de práctica de técnicas como nunca habíamos visto. Después me enteré que el instructor era Hiroshi Tada Sensei.

Cuando fuimos a ver me sentí perdido porque los movimientos comparables con judo eran muy diferentes. Fue interesante ver como lanzaban a alguien con una mano. Pude sentir las muchas variantes posibles cuando yo, que sólo conocía karate y judo, vi que podíamos tirar a alguien atacándolo de lejos y entrando y tomando su brazo haciendo movimientos circulares para lanzar. Comparados con los de hoy, los practicantes de aikido tendían a ser extraordinarios. No creo que mucha gente haya sabido del Aikido en esos días.

Naturalmente comparé judo con aikido. Pensaba cosas como “Ellos tiran personas una tras otra, en judo no podemos hacer eso… si alguien te toma el brazo haríamos algo diferente. ¿Cómo pueden derribar gente tan fácil?” Miré un rato sin decir nada y me fui a casa confundido. Tada Sensei me dijo: “¿Viste Aikido? Si te interesa vení (a practicar).”

Ni Danzaki ni yo dijimos nada, solo asentimos con la cabeza. Mi fascinación con esta nueva arte marcial creció y creció.

Traducido por Nahuel Lombardi

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