
Ahora, en el Haru, expuse mis dudas sobre lo que es la
marcialidad. Dado que no supe explicarme, no supieron explicarme, y cuando osé decir
que Silvia (LA senpai) no era marcial, ¡zas!, esto rápidamente devino en hacer
chistes en que yo había dicho que yo sí era marcial. Yo preguntaba porque, como
con la felicidad, parecía un concepto basado en estado: no sé qué es lo marcial,
pero pensaba que Silvia no lo era. Pero hablando con ella y otros compañeros no
pude definir la felicidad; y Silvia habló de buscar una práctica armoniosa
(¿con qué, con quién?) y esto, que no entraba en mi entendimiento original de
lo que es lo marcial suscita la duda. Silvia podría ser tan marcial como la que
más, o practicar un tipo distinto de marcialidad.
Todo lo cual me lleva a la idea que quería plantear: no
puedo definir la felicidad, pero puedo saber si soy o no feliz
(hipotéticamente, porque desde aquello que escribió Belén no tengo ni idea); no
puedo definir la marcialidad, y tampoco podría señalar con el dedo quién es o
quién no es marcial. Entonces, si no lo puedo definir, si no le puedo dar
forma, ¿no es? No sabemos que son estos conceptos y creemos que lo sabemos,
obramos como si los conociéramos o lo que es más, como si pudiéramos
conocerlos, lo que implica que pudieran ser. Si les doy nombre, los creo, los
defino y los mato; ahí están, muertos están. Cuadros dentro de cuadros.
Entonces, llega el mushin y la idea de la técnica divina:
entrar por la técnica para salir de la técnica. No ponerle nombre, no usar estructuras
de práctica como si eso fuera el aikido y solo hacer aikido, sin ponerle
nombres, sin definirlo. Porque si bien pensaba escribir que como no puedo
clasificarlo (d-i-s-e-c-c-i-o-n-a-r-l-o) entonces el aikido no debía de existir
se me hizo claro que existe precisamente porque no podemos definirlo. Lo cual
me lleva a la más importante de las preguntas: ¿es la vida como el aikido o el
aikido como la vida? Qué loco, pero creo que son iguales. Al final tenían razón
la plétora de escritores que acordaron siempre lo mismo: la escritura es una
criatura viva, que crece, se desarrolla y muta de acuerdo a sus propias reglas
y estructuras. Escribir esto… se escribió solo. Qué locura.
No sé que es la felicidad, no sé que es la marcialidad, pero
puedo decir que practicar aikido me hace feliz, lo cual ya es mucho decir.
Kanpai.
Paricio Pereyra (31) 3er Kyu